Sociedad y Cultura
La existencia en Irán de diferentes etnias, religiones, confesiones, lenguas, estilos de vida, etcétera, convierten a este país en uno de los más interesantes de Oriente Medio. De toda esta complejidad étnico lingüística se deriva un no menos complejo sistema de fiestas, costumbres y tradiciones muchas de las cuales tienen como origen las antiguas leyendas iranias que casi todos los pueblos de la meseta del Irán comparten, y que se remontan a una noche de los tiempos en los que la legendaria dinastía de los Pishdadíes se confunde con la histórica aqueménida. Entre los pueblos iranios que habitan el actual Irán, cada uno con su lengua y costumbres particulares, figuran los persas -mayoría-, kurdos, baluches, gilakíes, luros, y otras minorías de menor número. Los no iranios son menos numerosos pero más abigarrados. Los más importantes son los azeríes, los turcomanos (ambos túrquicos), los asirios, los armenios (ambos cristianos) y los árabes, en Juzestán.
Existen otras minorías de difícil clasificación, como son los judíos, cuya presencia en Irán es tan antigua como la misma historia de Persia, o el remanente de Zoroastrianos (la antigua religión del país) que nunca se convirtieron al Islam, y que habitan mayormente en Yazd, Kermán y Teherán. Tampoco debemos los olvidar mencionar los más de dos millones de afganos (persas y pashtunes), además de iraquíes, que se han refugiado en Irán huyendo de la guerra.
Otras minorías son las numerosas tribus que pueblan el país y que se dedican al pastoreo y cuyo peculiar sistema de vida les ha valido el título de "lo más curioso de la era de la tecnología." Entre las tribus más conocidas están los Qashqai y los Bajtiaríes, divididas ambas en centenares de clanes. Estas tribus realizan sus migraciones a lo largo de la cordillera de los Zagros, unas montañas cubiertas con poco más de diez millones de hectáreas en los que predominan los alcornoques, los almendros, los pistachos y otros árboles de menor abundancia. Las tribus se distinguen profundamente de los habitantes de las ciudades en casi todos los aspectos. Casi se podría decir que el único vínculo que une al miembro de una tribu a un habitante urbano es el de la religión común. Las tribus tienen su propia indumentaria, su particular dieta, su propia lengua en una gran parte de los casos, una música y un baile particular, sus ceremonias nupciales e incluso unos códigos de honor propios.
En fin, el vasto territorio de este país, unido a su variada climatología, a la que ya hicimos referencia en un epígrafe anterior, se traduce también en los diferentes modelos de vida, en la indumentaria y en la alimentación que se adopta dependiendo de la latitud en la que se viva, y aunque esta afirmación puede ser válida para casi cualquier país, ello se refleja de forma muy acusada en Irán, porque, a las diferencias climáticas se suma la variedad étnica.
El rol de historia en cultura Irani
Irán, también llamada Persia por los occidentales hasta mediados del siglo XX, debe verse, mirada desde cualquier ángulo, como un tesoro de valor incalculable para el turismo por su rica variedad de atractivos. Sus monumentos, su rica cultura y su diversidad geográfica atraen al turista sea cual sea los gustos o las tendencias de éste.
Desde el punto de vista histórico, Irán ha sido la cuna del primer y gran imperio de la Humanidad, los Aqueménidas, que hace 25 siglos fundaron el país que hoy es la República Islámica de Irán, y cuyos restos están hoy desperdigados por toda la parte sur del país.
En lo que se refiere a la geografía, Irán es conocida como una "encrucijada del mundo". Este vasto territorio ha sido a lo largo de la historia lugar de confluencia entre Oriente y Occidente, y, desde los bosques semitropicales del litoral del Caspio hasta los ardientes desiertos del centro, desde el mar hasta las tierras áridas, y desde las costas hasta las cimas de las más altas montañas de la cordillera del Arburz, todo ha sido hollado por los pueblos más variopintos, los cuales han establecido sus reinos más o menos efímeros.
Por otro lado, la gran extensión geográfica y escarpada orografía se traduce en un amplio abanico de variedad climática. Así, mientras que en el noroeste del país nos puede sorprender una nevada, en el sur podemos disfrutar del sol tumbados en las playas del mar de Omán o del golfo Pérsico, o disfrutar de todas las frutas que ofrecen cualquier estación en cualquier momento del año, dependiendo de donde nos encontremos.
El millón doscientos mil monumentos registrados convierten a este país en uno de los más privilegiados del planeta en cuanto a legado cultural. Asimismo, sus cualidades políticas, es decir, el hecho de que sea una república islámica de confesión chií -la única en el mundo-, ha acentuado más si cabe el carácter singular de esta nación, si bien hay que lamentar que la propaganda irreal y negativa lanzada por no pocos medios occidentales que han estado satanizando a Irán y a los iraníes desde 1979, ha dañado la imagen verdadera de este pueblo y su cultura hasta hacerlas irreconocibles, y ha provocado que los extranjeros nunca hayan podido conocer bien el sistema político islámico que los iraníes escogieron en las urnas para ser gobernados. Sin embargo, este hecho es seguramente visto como un acicate más por aquellas personas curiosas y avispadas que gustan de ver y presenciar con sus propios ojos las cosas, sin las medias tintas, nunca mejor dicho, de los medios de comunicación e incomunicación que lo quieren amañar todo.
Afortunadamente, el elevado índice de seguridad del que se goza en Irán es un factor de mucha relevancia a la hora de atraer el turismo. Muchos extranjeros que han visitado Irán en los últimos años no sólo han salido más que satisfechos por haber podido ver grandes atractivos monumentales, naturales y turísticos, sino que además, allí donde han puesto el pie, han podido disfrutar de seguridad total, amén de la cálida hospitalidad de los ciudadanos iraníes, dejándoles tal sabor de boca que se han convertido en verdaderos amantes de Irán, país con el que han quedado embrujados y convierten en su destino habitual de vacaciones.
El Irán actual es el resultado de una amalgama de culturas, lenguas y religiones que se han mezclado en el crisol de un tiempo que se remonta a la protohistoria. Los restos históricos, testigos mudos de las civilizaciones que los crearon, nos muestran cómo era la vida de aquellas naciones que habitaron la meseta del Irán en diferentes períodos. Desde los pueblos preindoeuropeos, como los elamitas y los lulubíes, y desde el comienzo de la historia de Persia y los persas propiamente dicha hasta nuestros días, o, lo que es lo mismo, desde el rey Ciro hasta el Imán Jomeini, este pueblo ha legado a la humanidad ciudades palaciegas como Persépolis, cuyo color arena se combina con la majestuosidad de los colores azules y turquesas del lapislázuli utilizados en las mezquitas y santuarios, y unas ruinas cuyo ruidoso silencio, interrumpido de vez en cuando por el alborozo de los visitantes, se asemeja al silencio devoto y místico que impera en el ambiente de los actuales edificios religiosos; mezquitas, iglesias y templos de fuego.
IRÁN, MUSEO VIVO DE LA HISTORIA
La larga, agitada y accidentada historia de este país, que ha dejado un rastro de un millón largo de vestigios, como antes apuntamos, le ha merecido un puesto innegable en el panorama histórico y turístico a nivel mundial, además de hacerlo merecedor del epíteto de "museo siempre vivo de la historia."
Sus antiguas mezquitas, de extraordinario valor arquitectónico, sus antiguas iglesias, sinagogas y pireos o templos de fuego de los seguidores del zoroastrismo, palacios con lujo oriental, frondosos jardines, caravasares imponentes, mansiones señoriales, edificios aclimatados a la región, puentes hasta cinco veces centenarios y bazares a la oriental, conforman sólo una parte de los atractivos turísticos de Irán diseminados por toda su geografía, los cuales, sumados a la hospitalidad, amabilidad y calor con el que los iraníes acogen al visitante, convierten a este país en uno de los destinos más atractivos para el turista que desea desconectar de verdad de la rutina del trabajo y pasar unas vacaciones de ensueño.
En este breve recorrido por este museo de 1.648.000 kms cuadrados no queremos dejar de aludir al arte y a la artesanía que se ha desarrollado a lo largo de toda la historia del Irán. La industria, el arte y la artesanía mantienen un vínculo estrecho e innegable con la historia de toda civilización. En sus excavaciones, los arqueólogos han hallados restos humanos del paleolítico medio en las montañas Bajtiari, donde ya se confeccionaban vasijas de barro, lo cual indica que la civilización que habitaba la meseta del Irán es al menos medio siglo más antigua que la egipcia y un milenio más que la del Indo.
Así, una de las mayores aportaciones que los distintos pueblos que han habitado el Irán han hecho a la civilización humana es la relacionada con el arte. En el Irán ya se confeccionaban vasijas con motivos y adornos entre el IV milenio a. C., y otras artes como la orfebrería tampoco le iban muy a la zaga, según se ha podido ver en las tumbas desenterradas.
Por otro lado, ya en la época en que los persas crearon su primer imperio, el aqueménida, éstos supieron elaborar un arte sincrético en que lo griego se fundía con lo mesopotámico, y lo jonio con lo sumerio, creando una forma autóctona artística y arquitectónica cuyo mejor ejemplo lo podemos observar en Persépolis.
La particular ubicación geográfica de Persia, como corredor que comunica Oriente y Occidente y lugar de paso obligado de los mercaderes que hollaban la Ruta de la Seda cargados con sus especias y objetos valiosos, unido a la curiosidad y el ingenio de las gentes del país, son parte de las causas del florecimiento del arte y la industria en Persia, cuyos habitantes han sabido configurar de manera autóctona toda aportación extranjera en este sentido.
Obviamente, con el avance de la tecnología, hoy el arte iraní se divide en dos grandes ramas, la hecha a mano y la que se realiza con máquinas, si bien una gran parte de dicho arte no dispone de otras herramientas que las manos encallecidas de hombres y mujeres que continúan realizando su labor artesanal tal como lo hacían sus más remotos antepasados.
Naturalmente, es esta la artesanía la que busca el turista, que está dispuesto a meterse en los más oscuros y perdidos rincones de los bazares para hallar la pieza que busca y llevársela a casa. En esta artesanía es donde se refleja el arte, el gusto y la destreza de un pueblo. En ella es donde podemos ver la cristalización y la impronta del pensamiento de una nación, y, por el estado de conservación en la que se encuentra es cómo podemos juzgar los ideales de un pueblo, y, en este caso, el iraní, sale bien parado por cuanto en Irán se pueden hallar en los museos el mayor número de piezas de arte mejor conservadas del mundo, procedentes de eras tan lejanas como la aqueménida y la sasánida, y otras más recientes como la safaví.
En fin, la artesanía en Irán se remonta, como hemos podido ver, a varios miles de años de antigüedad, y, auque ésta ha sufrido muchas vicisitudes y altibajos en su larga historia, no obstante jamás ha desaparecido, habiendo tenido siempre un papel relevante su producción. Conocida mundialmente es su industria de alfombras, kilims y otros tipos de nombre intraducible, su artesanía de taracea, diferente según la región, repujado sobre metales nobles, bañados de oro, cuchillería, fabricación de candados, bordado, fundición, pintura sobre cristal, esteras, tintorería, estampados, tejidos de todo tipo (seda, algodón, lino etc...), miniaturas, iluminación de libros, pinturas sobre cuero, marroquinería y un sin fin de productos, son algo más que simples objetos de consumo y distracción ya que en ellos se puede ver reflejado el alma artística de la que los iraníes siempre han hecho gala.
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